Los caracoles y babosas son considerados como una plaga secundaria, que generalmente, sólo causan problemas de forma ocasional.
Sin embargo, cuando no se controlan a tiempo, los daños que producen al alimentarse sobre la piel de los frutos, pueden llegar a alcanzar un nivel muy alto y generar grandes pérdidas económicas, tras el destrío en campo.
Además, estos animales también se alimentan de tallos y brotes, principalmente jóvenes, y pueden retrasar el desarrollo de la planta, por lo que, tras detectar un umbral de plaga suficiente, se debe actuar para evitar daños considerables.
Su máxima capacidad de acción se sitúa de noche, y en los meses de primavera y otoño, caracterizados por ser los más lluviosos y con temperaturas generalmente estables.
En el caso de caracoles, es muy frecuente encontrarlos en agrupaciones alrededor del tronco o en la hierba circundante, posteriormente, ascienden desde el suelo por el árbol hasta alcanzar los frutos y brotes.
Las babosas, suelen detectarse debajo del manto vegetal o en los frutos situados a ras del suelo.
En ambas especies, es claramente visible un rastro de hilo plateado que van dejando a su paso.
La mejor forma de controlar estas plagas es la prevención aplicando gránulo, para evitar que asciendan al árbol. Una vez hayan ascendido, controlarlas será más complicado, los daños alcanzados serán mayores y requerirá también, un mayor coste económico para su control.








